POR SI AÚN QUIERE CREER EN MILAGROS EN ESTOS TIEMPOS...

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RELATO CONTADO POR EL RABINO ISSOCHER FRAND.
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En el mes de agosto de 2001, Moshe (nombre ficticio en el relato), un exitoso empresario de Nueva York, viajo por negocios a Israel.

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El jueves 9, entre una reunión y otra, el empresario aprovechó para comer algo en una pizzería de la esquina, en el mismo centro de Jerusalén. El lugar estaba llenísimo. Moshe se dio cuenta que iba a tener que esperar mucho en una gran fila, si quisiese comer algo, pero realmente no tenía tanto tiempo disponible. Indeciso e impaciente, se acercó al mostrador esperando un milagro.

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Viendo la angustia del extranjero, un israelí le ofreció que pasara primero que él. Muy agradecido, Moshe aceptó. Hizo su pedido, comió rápidamente y se dirigió a su próxima reunión. A menos de dos minutos después de haber salido, oyó un barullo terrible. Asustado, le pregunto a un muchacho que venía por el mismo camino que él, que podía haber pasado. Este, dijo que un hombre bomba había estallado en la pizzería Sbarros.

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Moshe se puso blanco del susto. Por apenas dos minutos, escapó del atentado aquel.
Inmediatamente se acordó del israelí que le ofreció su lugar en la fila. Seguramente no terminaba de comer, y todavía estaba en la pizzería al momento del atentado. Aquel hombre salvo su vida y ahora podría estar muerto.

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Asustado, corrió para el local para ver si aquel buen hombre necesitaba ayuda, pero encontró un caos total. La Jihad Islámica había colocado muchos clavos en la bomba para aumentar su poder destructivo. Por ello, además del terrorista de 23 años, otras 18 personas murieron, entre ellas seis chicos. Otras noventa estaban heridas, algunas gravemente.

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Las sillas de la pizzería estaban desparramadas por la calle, las personas gritaban y lloraban. Algunas trataban de ayudar. Policías y voluntarios socorrían a todos los heridos. Un dispositivo adicional ya estaba siendo desarmado por el ejército del lugar.

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Moshe buscó a su salvador entre el ruido de las sirenas, pero no consiguió encontrarlo. Decidió que intentaría por todos los medios, saber lo que ocurrió con su salvador. Estaba vivo gracias a él y necesitaba saber si no había fallecido, para poder ayudarlo y sobre todo, agradecerle por salvar su vida.
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Su enorme gratitud hizo que se olvidara de la reunión que tenía. Comenzó a recorrer uno a uno los hospitales, y finalmente lo encontró herido, pero fuera de peligro. Conversó con el hijo de este israelí que ya estaba para entonces al lado de su padre y le contó lo que había ocurrido anteriormente. Le dijo que le debía su vida, por eso podían contar con él para cualquier ayuda que necesitasen. Le dejó su tarjeta personal, e insistió que le avisaran en caso de que precisen alguna ayuda.
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Un mes después, Moshe recibe un llamado de este muchacho en Nueva York, diciendo que su padre necesita hacerse una operación de emergencia y según su médico, el hospital más calificado para ese tipo de cirugías estaba en Boston.

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Moshe no lo pensó dos veces y organizó todo para poder operarlo en pocos días. Además, insistió en ir a recibirlo y acompañarlo hasta el nosocomio de Boston personalmente. Tal vez otra persona no hubiese hecho tanto, pero Moshe se sentía en la obligación de devolverle aquel gran favor…

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Ese martes por la mañana, Moshe dejo de ir a trabajar para viajar a Boston y recibir a su amigo. Por lo tanto, ése día a las 9 horas de la mañana del 11 de Septiembre de 2001, no estuvo en su oficina del piso 101 de las famosas Torres Gemelas de Nueva York.

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Me encantó este relato, y no me pensé en compartirlo con todas mis amistades de la Red. Espero lo encuentren interesante y diferente a tantos otros que recibimos a diario.

Su amigo, ALF el tapatío, con mucho aprecio.