sábado, 6 de diciembre de 2008

EL NIÑO "TAPATÍO" DE LOS VIEJOS AÑOS 30'





Ya que a finales de Abril, se festejará con bombo y platillos el “Día del Niño”, muy publicitado últimamente en los Medios masivos, Escuelas, Colegios, e Instituciones públicas y hasta privadas, pensé en este espacio recordar a aquel sencillo y diferente “niño tapatío de en denantes”; los de mi camada de los años 30 o alrededor, todos, o casi todos nacidos en nuestra propia casa - ya que entonces no había maternidades ni hospitales especializados. Que veíamos la luz primera muy rara vez de parto no natural, pero eso si, siempre entre los duros sufrimientos de nuestra abnegada y querida Madre, y con el auxilio de alguna “comadrona” amiga de la familia, como lo fue Dña. "Nachita" del Valle que me trajo a éste mundo, y con quien vivo en deuda eterna, como seguramente un gran número de personas tapatías de mi época, ahora toditas ellas de avanzada edad o bien, desaparecidas.
Considero que menos “programados” que los de éste tiempo, y quizás por ello algo más deseados, veíamos por primera vez el mundo, - pero en serio -, como a los cuarenta y tantos días después del alumbramiento, ya que la recámara aquella, donde se efectuaba el parto, era arreglada con toda anticipación, sellando hendiduras de las ventanas, los postigos de las mismas e igualmente los de las puertas, con grueso papel engomado o tiras anchas de periódico y engrudo, para mantenerla en penumbra la mayor parte del tiempo y apenas semi-alumbrada durante las noches por la débil llama de una lamparilla de aceite o mariposa de mecha flotante.
Me estoy refiriendo desde luego, a personas de clase media y media baja como lo era mi familia, integrada por mi padre, un simple empleado de mostrador, mi Madre, dedicada en cuerpo y alma al hogar y una hermana mayor que ella, soltera - mi siempre recordada y querida tía “Nona” - que siempre vivió con nosotros.
Mi abuela materna nos acompañó unos años, pero falleció al poco tiempo, y francamente solo al verla en los retratos de esa época la recuerdo, aunque sus anécdotas y su alegría de vivir, siempre las llevo conmigo.
Amamantados la mayoría de las veces por nuestra progenitora, bien nutrida y mejor cuidada, misma que se dedicaba en cuerpo y alma al bebé recién nacido; o algunas otras veces por nodrizas, y cuentan que hasta por alguna cabra que ex-profeso se llegaba a tener especialmente para ello en el corral de las casas grandes.
Crecíamos y nos desarrollábamos bastante sanos, hasta donde eso era posible, sin medicinas preventivas ni todas las vacunas ahora necesarias; menos aún los actuales chequeos frecuentes o cuidados especiales.
Ante la falta de la hoy considerada Educación Pre-Escolar, con Guarderías de estimulación temprana, Jardín de Niños o el Kinder de métodos avanzados como el Montessori, y menos aún la hoy obligatoria Pre-Primaria, iniciábamos en casa nuestra enseñanza y preparación, para más tarde ingresar al Colegio -por cierto, a menor edad que ahora-, de cuatro a cinco años máximo, pero debiendo conocer ya bien las letras y sus sonidos, leer casi bien de corrido, empezar a sumar con ayuda de los dedos, y en algunos casos, hasta empezar a restar.
En labor adicional de "maestra", nuestra propia Madre, alguna de las abuelas, la tía “solterona” que por lo general no faltaba en el hogar, y alguna nana dedicada a los pequeños, además de darles toda esa primera formación, los divertían también, los cuidaban, enseñaban a comer, los aseaban y moldeaban su conducta.
Recuerdo que de algunas, aparte, también recibí lecciones teatrales, de declamación, actos circenses, toreo, baile folklórico y hasta nociones de cocina... Mientras que los fines de semana en sitios como Chapala y su bella ribera, nos cuidaban separados de la gente mayor mientras jugábamos en la arena o nos bañábamos, tomábamos helados, raspados, nieves de garrafa, dulces, y nos entretenían mientras los grandes platicaban con parientes y amistades, departiendo botanas o refrescándose con cerveza o bebidas preparadas.
En ese tiempo pasado, se llevaba una vida más tranquila; al Colegio íbamos mañana y tarde, pero sin las prisas de hoy, ya que contábamos con ayuda para hacer tareas a las que teníamos suficiente tiempo para dedicarles, puesto que fuera de juegos en casa muy simples, ¡ no había otra cosa que hacer..!
Las amplias casonas de grandes y ventilados corredores, de amplios patios de tierra suelta o enladrillados, corral con árboles y aves domésticas, mascotas, plantas con flores y sobre todo espacios abiertos, nos daban la posibilidad de tener variedad de diversiones. Columpios diversos, resbaladillas, aquella casita de tablas arriba de un árbol, pistas donde patinar, jugar pelota, echar maromas y dar funciones de títeres, variedades, teatro y magia, con el enorme atractivo de usar la ropa de los mayores y soñando con tener mostachos largos y andar de pipa, polainas, guantes y panela tejida de paja, o sombreros Tardán de dos o tres pedradas.
En el sector femenino, los sueños de las románticas niñitas eran... el saber usar tacones altos, abullonados adornos y peinados con exagerados y llamativos moños; pero ante todo, pensar en poder llegar a delinearse y pintarse los labios de rojo, así como empolvarse su aún tierna carita, para dar la impresión de pequeñas “vampiresas”. Bueno, mucho tiempo ha pasado desde entonces... y a lo mejor los jóvenes de ahora hasta se ríen de nosotros. ¡ Por algo algunos portamos con mucho orgullo y otros más bien con vergüenza nuestra credencial del “INSEN” !, y solo pagamos la mitad de las entradas en diversos espectáculos y en varios de los transportes; o bien, ni siquiera nos cobran nada y nos ceden el asiento en otros muchísimos sitios.

Su buen amigo "tapatío", ALF.

1 comentario:

ALF dijo...

Me considero un "prototipo" de estos niños de los años 30 del siglo XX, y no me gustaría cambiar nada de mi bella infancia que viví aunque no gozara entonces de tantos inventos modernos. Éramos más "sencillitos", pero felices.