martes, 4 de agosto de 2009

MI PROVINCIANA GUADALAJARA DE LOS AÑOS 40 DEL PASADO SIGLO.











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Corrían sin prisa aquellos años 40 del siglo pasado, y allá por mi populoso barrio de los desarrapados de Oblatos, tengo aún presente que pasaba un arriero con dos arregladas burritas pomposamente llamadas, “María Félix” y “Ma. Candelaria”, que ofrecía en venta el lácteo producto, según decía, con varias propiedades curativas medio cantando su largo pregón... “leeeeeche caliente de burraaaa”; anuncio que a veces se juntaba con otros humildes campesinos que tras haber pasado la “garita de Sn. Pedro”, arriaban sus recuas de asnos y mulas cargadas de grandes sacos de carbón vegetal, cisco y trozos de ocote; principal, y casi único combustible para las clases humildes, pero también, las cargas de más pequeños saquitos de tierra de encino, la mejor para las plantas ornamentales y para renovar jardineras.
Estos, igualmente lanzaban su agudo grito de “tieeeerra de encino p’a las macetaaassss”, mientras los primeros se concretaban a una tonadilla de notas bajas alargadas, que terminaba en agudas... “éééeel carbónnnnn de pura leñaaaaa”.
En ese tipo de operaciones comerciales informales, como en la gran mayoría de las efectuadas al más puro "estilo tapatío", se imponía el clásico regateo que imperó hasta la llegada de los primeros supermercados con precios fijos y marcados muy claramente en la exhibición de sus mercancías.
A eso de la media tarde, los muchachos esperábamos con ansia que pasara el panadero con sus enormes y rectangulares tablas, o bien, en ruedas tejidas de carrizo, promoviendo su olorosa variedad de piezas dulces, casi recién salidas del horno. Hablar de sus curiosos nombres nos ocuparía un buen tiempo, ya que iban desde los más tradicionales, hasta otros en que la imaginación y picardía del pueblo tomaban una buena parte.
Era harto ceremonioso el seleccionar, escoger la pieza mejor presentada, a veces cambiar de opinión, ayudar a hacer la cuenta y ajustes de última hora, así como recibir aquel sabroso producto en bolsas de papel de estraza, en envoltorios o acomodado en charolas que oportunamente sacara la señora de la casa, mientras los entonces aún chavales como el que escribe, nos daba por inventar vagancias a costa del panadero. así como el pedirle “pilón”...
Esta cemita ya la llené de saliva, ¡para que no me la ganen..!, ¡óigame panadero, no me ponga “ojos de buey”..!, o con algo más de bribonada o picardía, ¡voy a bajarle las "novias" o los "calzones" que trae..!
Durante todo el día pasaban desde inditas venidas de la sierra, ofreciendo sus ricos quesos, panela y requesón fresquito, o crema y mantequilla de Tapalpa; ésta última en envoltorios de hoja de maíz, y la primera en olorosos cantaritos de barro.
Otros vendedores ofrecían la miel de abeja; cuando era tiempo, ofertaban tunas mansas rojas y de otros varios colores, pitayas y pitajayas del rumbo del Sur del Estado, como Sayula, Tuxpan y Tamazula, en canastitos con base fresca de alfalfa.
También, regularmente, pasaba muy alegre por las aceras el afilador con su equipo a cuestas, y aquel su característico y conocido silbato de escala musical ascendente y descendente.
Así como el destapador de cañerías y el "maistro" soldador, función bastante solicitada por el constante uso de baldes y tinas de lámina, debido a la escasez del agua que afrontaban las colonias pobres y aún muchísimas de clase acomodada.
Y akgunas veces, así, ahora medio olvidados, no faltaba el rico "ixtete" con jugo de limón, un dulce turrón duro cortado a machete, sobre obleas de colores; las ricas y doradas "morelianas", los "borrachitos" (dulces caseros envinados), el camote tatemado y la calabaza "en tacha", fruta cubierta y la llamada "fruta de horno", la sabrosa "María-gorda" adornada con coquitos de aceite, las "jaletinas" –hoy gelatinas-, en vitrinas de cristal y sin faltar desde luego, nuestras tan famosas y únicas "jericallas" postre exquisito de leche bronca, yemas de huevo y la tan olorosa canela.
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Asi recuerdo en esta fecha, a mi Guadalajara provinciana y bicicletera, cuando aún olía a tierra mojada según cantaba "Pepe" Guízar,
y era famosa por sus tormentas eléctricas de Mayo a Septiembre.
Cuna natal de este su amigo, ALF el 'tapatío' a punto de llegar a sus tres cuartos de siglo y si Dios lo quiere y permite, a las anheladas
"Bodas de Oro" con mi fiel y querida esposa S.E.G.

1 comentario:

ALF dijo...

Según veo, los Fines de Semana como que no tienen tiempo de leer cosas más extensas, y menos de poner sus comentarios.
Ni modo, a mis años, aún aprendo cositas nuevas.
A mi nueva amiga Patty, le recuerdo que me mande su correo, para proporcionarle algunas grabaciones que le van a encantar.
ALF. agaraujo1@hotmail.com